No es este trago igual al último,
que es siemre el primero que no cesa
de enjuiciarse de pie frente a la tierra:
abismo del recuerdo que me abruma
ya no se si quiero hablar
porque estoy sangrando y nadie escucha:
soy la constantemente Otra que no aprende
a mirarse, que se ahoga.
Aún veo su sombra
por entre las distancias que son la duración del eco:
mis manos rotas por el verbo.
La eternidad se oculta en la sombra de tu ausencia.
(p. 53 / el domingo llueve)
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